Visiones del horror nuclear (I): Historia del armamento nuclear

No, en esta ocasión no voy a hablar sobre terror "convencional", ni me explayaré sobre criaturas, entidades o cualquier otro tema que haya tocado en ocasiones anteriores. Me permitiré un instante de reflexion para tratar un escabroso tema que, aunque tuviera su punto álgido durante la Guerra Fría y ahora parezca desfasado, es algo que sigue presente. Y es que el descubrimiento de la energía nuclear supuso un momento cumbre en la historia de la humanidad. No sólo supuso un salto importante en las ciencias y la tecnología, sino que dotó al hombre con un poder de destrucción nunca visto hasta entonces. El poder de tomar la decisión de como hacer uso del mismo supone uno de los mayores horrores y dilemas que acechan al ser humano. Pues, al contrario que otras armas, las consecuencias de una explosión nuclear persisten durante generaciones y dejan un rastro de desolación difícil de igualar.

Breve historia de las armas nucleares
El siglo XX tuvo durante su primera mitad una importante revolución en la física con la Teoría de la Relatividad postulada por Albert Einstein y el descubrimiento de la Física Atómica, dando lugar a las posibilidades de obtener energía de los núcleos de los átomos.

El día 12 de septiembre de 1933, seis años antes del descubrimiento de la fisión y sólo siete meses después del descubrimiento del neutrón, el físico húngaro Leó Szilárd descubrió que era posible liberar grandes cantidades de energía mediante reacciones neutrónicas en cadena. El 4 de julio de 1934, Szilard solicitó la patente de una bomba atómica donde no sólo describía esta reacción en cadena neutrónica, sino también el concepto esencial de masa crítica. La patente le fue concedida, lo cual convierte a Leo Szilard en el inventor de la bomba atómica.
*En la foto: Albert Einstein y Leo Szilard

En noviembre de 1938, la física alemana Lise Meitner logró identificar trazas de bario en una muestra de uranio. La presencia de este elemento sólo se pudo explicar asumiendo que se había producido una fisión nuclear. El descubrimiento se le adjudicó a Otto Hahn. En enero de 1939, Niels Bohr redescubriría la fisión en los Estados Unidos. El físico teórico Julius Robert H. Oppenheimer, tres días después de leer la conferencia de Bohr, se dio cuenta de que la fisión del átomo produciría un exceso de neutrones utilizable para construir la bomba concebida por Szilard.

El proyecto Manhattan: Hiroshima y Nagasaki
A inicios de la Segunda Guerra Mundial, por tanto, muchos científicos y gobiernos eran conscientes de la posibilidad de crear un arma nuclear. Sin embargo, sólo Alemania y Estados Unidos estaban en condiciones de embarcarse en el proyecto con seriedad. Desde el principio, el programa alemán estuvo plagado de dificultades, limitaciones y errores, probablemente por la ausencia de una percepción teórica clara sobre sus posibilidades. Estados Unidos, en cambio, contaba con los recursos industriales y los mejores cerebros de su tiempo: Albert Einstein, Leo Szilard, Robert Oppenheimer, Enrico Fermi, Arthur Compton y muchos más. Eso les permitió iniciar en secreto el monumental Proyecto Manhattan, con el objeto de construir bombas atómicas que les otorgaran una ventaja decisiva en la Segunda Guerra Mundial.

El Proyecto Manhattan les permitió fabricar al menos tres núcleos experimentales de uranio y plutonio, pesados y primitivos. El primero de ellos, denominado simplemente The Gadget (el dispositivo), fue detonado en el Desierto Jornada del Muerto de Nuevo México (Estados Unidos continentales), a las 05:29:45 del 16 de julio de 1945 (hora local). Se trataba de un arma de fisión de plutonio de 19 kt de potencia. Fue la primera detonación nuclear producida por la especie humana.

Poco después, los días 6 y 9 de agosto de 1945, la Fuerza Aérea de los Estados Unidos lanzó desde bombarderos B-29 sendas bombas atómicas sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki. La primera era una bomba por disparo de uranio de unos 15 kt, llamada Little Boy, y la segunda funcionaba por implosión de plutonio bajo el nombre Fat Man, con unos 25 kt de potencia. Esto equivale a la vigésima parte de la potencia de las armas nucleares actuales, y una milésima de las más potentes desarrolladas durante la Guerra Fría. Ambas ciudades resultaron aniquiladas instantáneamente, con un saldo aproximado de entre 150.000 y 220.000 muertos, la gran mayoría civiles. Un número indeterminado de personas fallecieron con posterioridad debido a sus heridas y a los efectos de la radiación. Se ha producido un elevado número de mutaciones en bebés, durante varias generaciones. Estos hechos, que constituyen el primer y hasta ahora único uso de armas nucleares en un conflicto real, precipitaron la capitulación de Japón y el fin de la Segunda Guerra Mundial.

Preparativos para la Guerra Termonuclear Total
El evidente poder que otorgaban estas armas inició una enorme carrera de armamentos entre las potencias que ya se adivinaban enfrentadas en la Guerra Fría, tanto con respecto a las armas atómicas en sí mismas como a los vectores de lanzamiento que permiten llevarlas hasta sus blancos y los medios técnicos y humanos extensivos, necesarios para operarlas eficazmente. La Unión Soviética, que venía siguiendo muy estrechamente el Proyecto Manhattan desde al menos 1943 y había desarrollado ya sus propias investigaciones en el Instituto Kurchatov, logró detonar una réplica de la bomba de Nagasaki ("Joe 1") en el polígono de Semipalatinsk, en la mañana del 29 de agosto de 1949. Sin embargo, la URSS desarrollaba paralelamente un arma de diseño totalmente propio ("Joe 2") que detonó el 24 de septiembre de 1951, liberando 38 Kt. La Guerra Fría Nuclear había comenzado. Les siguieron el Reino Unido el 3 de octubre de 1952 ("Operación Hurricane"), Francia el 13 de febrero de 1960 ("Gerboise Bleue") y China, el 16 de octubre de 1964 ("Dispositivo 596").

Simultáneamente a estos acontecimientos, se había vuelto evidente que existía una manera de desarrollar armas con potencias mayores por muchos órdenes de magnitud: la fusión nuclear, que imita las reacciones energéticas de las estrellas. Mediante una segunda fase compuesta de isótopos del hidrógeno y el litio, Estados Unidos logró hacer estallar la primera arma termonuclear o bomba de hidrógeno el 1 de noviembre de 1952 ("Operación Ivy", Islas Marshall). Les siguió la Unión Soviética menos de un año después, primero con una bomba de fusión parcial ("Joe 4", 12 de agosto de 1953) y luego con una de fusión completa. A diferencia de las armas norteamericanas, estas primeras armas rusas de fusión eran utilizables militarmente, no meros dispositivos experimentales. Estados Unidos no tendría un arma de fusión militarizable hasta 1954.

Paralelamente, se libraba otra batalla entre las superpotencias: la carrera espacial. Además de sus aplicaciones civiles y científicas, a nadie se le escapó que la disponibilidad de grandes cohetes espaciales permitiría también desarrollar misiles pesados de alcance intercontinental, muy superiores a los bombarderos aéreos utilizados hasta entonces e imposibles de derribar. Generalmente inspirados en la V2 alemana de la Segunda Guerra Mundial, estos misiles otorgarían el poder de librar gran número de armas nucleares contra blancos remotos, situados en otros continentes. La posibilidad de lanzar bombas atómicas con cohetes había sido evidente desde el principio, pero no se disponía de vectores grandes y fiables para hacerlo con eficacia.
R-7 8K72 Vostok exhibido en el Centro Panruso de Exposiciones, variante civil del primer misil balístico intercontinental.

El primer misil balístico intercontinental verdadero fue el Cohete R-7 soviético (llamado en Occidente SS-6 Sapwood), una variante del mismo propulsor utilizado para lanzar el Sputnik, la primera nave espacial en órbita. Podía lanzar una bomba de 3 Mt a 8.800 km de distancia, lo que le permitía alcanzar los Estados Unidos continentales, Europa y la mayor parte del Hemisferio Norte. Esta variante militar se probó por primera vez el 15 de diciembre de 1959. Pronto les siguieron los Titán norteamericanos de 9 Mt.

Por primera vez en la historia humana, era posible llevar la devastación más absoluta al corazón del enemigo. La consciencia de este hecho significó profundas transformaciones en la mentalidad política y social, por lo general pesimistas y ominosas, y dio lugar a numerosas novedades culturales y en la civilización. Militarmente, las armas nucleares adquirieron un carácter igualador que impedía a cualquier potencia iniciar una guerra contra la otra, sobre todo desde que su número y prestaciones garantizaron la destrucción mutua asegurada. Hubo que crear nuevos conceptos, teorías, tácticas y estrategias para este arma radicalmente distinta, así como formar a generaciones de técnicos y soldados, y desplegar numerosos equipos avanzados (desde radares y satélites hasta sistemas novedosos de mando, control, comunicaciones e inteligencia) para poderlas usar eficientemente. Esto estimuló el desarrollo de numerosas invenciones, entre las que cabe incluir Internet (que se deriva de ARPANET, una red que contaba entre sus capacidades la de ser especialmente resistente a un ataque nuclear limitado, aunque no fuera su característica esencial). La aparente inminencia de una guerra nuclear dio alas para la creación del movimiento pacifista contemporáneo, iniciado por los propios científicos atómicos, más conscientes que los demás de sus riesgos.

Durante toda la Guerra Fría ambas potencias y otras menores se amenazaron con decenas de miles de armas nucleares prestas para disparar, según un concepto denominado overkill que garantizaba la destrucción total del enemigo decenas de veces. Hubo varias ocasiones en que estuvieron a minutos de ser lanzadas, debido a errores o situaciones conflictivas, la más conocida de las cuales es la Crisis de los misiles de Cuba. Sin embargo, no fue la única, ni la más grave. Generalmente se considera que el más peligroso de todos los incidentes sucedió en el entorno de las maniobras de la OTAN "Able Archer 83", diseñadas en un contexto de operaciones psicológicas contra la Unión Soviética, que fueron percibidas por los dirigentes de este país como una amenaza directa real. Esto llevó a las fuerzas nucleares soviéticas al estado de máxima alerta durante semanas, mientras en Occidente se tenía una falsa impresión de tranquilidad, por lo que incluso un incidente menor podría haber disparado la respuesta nuclear. Poco antes había sucedido el Incidente del equinoccio de otoño, donde las fuerzas nucleares soviéticas pudieron estar a escasos minutos del lanzamiento, lo que contribuyó a tensar la situación aún más.

Situación actual
Este grado de peligro y tensión dio lugar a numerosos tratados, tratando de limitar su despliegue y efectos, aunque con resultados variables debido a la tensión política entre los grandes bloques, pero logrando su objetivo. Aunque el número de armas nucleares listas para disparar y su nivel de alerta ha descendido considerablemente, éstas siguen conformando la columna vertebral y primera garantía de seguridad en muchos países industrializados del mundo. Tales reducciones se han traducido en un "olvido" social de esta amenaza mientras se favorecía el temor hipotético de que tales armas acaben en poder de grupos terroristas, sobre todo desde algunos gobiernos y medios de comunicación.

Si bien el peligro de guerra nuclear entre naciones persiste gravemente, existen serias dudas sobre las posibilidades reales de un grupo terrorista para hacerse con un arma atómica. Además de la dificultad para apoderarse de componentes esenciales de la misma, o de un arma completa, se trata de un sistema tecnológicamente complejo con exigencias de mantenimiento y operación poco compatibles con la naturaleza clandestina e irregular de las organizaciones terroristas. Sólo la reposición y reforja de los componentes radiactivos —que van decayendo conforme avanza su vida media— requieren una infraestructura tecnológica e industrial únicamente al alcance de Estados o grandes corporaciones privadas. El resultado es que nunca se ha detectado un arma nuclear o componentes sustanciales de la misma en manos de un grupo terrorista, ni tampoco la voluntad clara de poseerlas.

2 comentarios:

Luis Carlos dijo...

Pero los terroristas pueden usar "bombas sucias" que envenenen por radiación.

Tambien debemos tener en cuenta que a algunas tiranias les dá igual la doctrina de mutua destrucción asegurada porque mientras el pueblo se traga protones sus gobernantes toman el té en refugios antiatómicos con mobiliario de lujo.

¿Qué harían los superheroes de Authority si en Gamorra hubiera laboratorios de ADM?

José María Quinto dijo...

La fabricación de cualquier tipo de artefacto nuclear requiere unas instalaciones específicas, lo cual implica acceso al nivel tecnológico apropiado con la logística e infraestructura que ello conlleva.

Como hemos podido ver hasta la fecha, para los terroristas resulta más fácil y accesible la producción de explosivos convencionales y armas químicas.

En cuanto a la doctrina de la mútua destrucción, como ya se cita en el artículo, en más de una ocasión hemos estado a punto de ello, principalmente por malentendidos o errores leves magnificados. La política es un asunto muy peliagudo y cualquier paso en falso puede tener desastrosas consecuencias.

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