Visiones del horror nuclear (III): Cuando el viento sopla (1986)

He aquí que me encuentro ante vosotros nuevamente, dispuesto a seguir con mi serie sobre el horror nuclear. Ya hablé sobre la visión americana del tema, a través de un comic, pero esta vez cambio de continente y de medio. Viajamos a Europa y al cine de animación. Éste continente no ha conocido de forma tan directa el horror causado por las más terribles consecuencias de la energía atómica, al igual que USA. Pero aunque los americanos fueran testigos del devastador poder del armamento nuclear al ser ellos los primeros en desarrollarlo y realizar pruebas con el mismo, seguían siendo meros testigos. Su labor en el horror atómico fue la de creadores del mismo y causantes de la devastación de las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki. Por otra parte, en Europa, el mayor desastre nuclear que hemos vivido fue el de la central nuclear de Chernobil, que nos afectó en segundo grado. Pero ya hablaremos de eso más adelante. Ahora veamos la visión de Raymond Briggs y Jimmy T. Murakami a través de los ojos de dos ancianos ingleses que ven como su vida se ve afectada por una guerra nuclear. Es una historia triste, emotiva y cargada de sensibilidad que no merece caer en el olvido.


Jimmy T. Murakami, que ya habia trabajado en el género de la animación para la televisión y había hecho incursiones en la ciencia ficción, decidió mostrar el potencial de la novela gráfica que Raymond Briggs había creado en 1982. Dicha obra era el reflejo de la situación política y social de la época, en mitad de la Guerra Fría. Recrea la vida de dos jubilados ingleses que viven en el campo, alejados del bullicio de la ciudad y que ven como su tranquilidad se ve alterada por una guerra nuclear que acaba provocando un holocausto atómico.

La película comienza mostrándonos unas escenas reales de movilización de soldados y conflictos bélicos en ciernes, para a continuación ver como eso queda reflejado en los periódicos a través de los ojos de Jim Bloggs, protagonista de la película junto a su esposa Hilda, quien vuelve a casa preocupado por las terribles noticias que ha leido sobre la inminente guerra. A partir de ese momento toda la información recibida sobre el conflicto, estado del mismo y situación política no es otra que la que conocen los dos ancianos a través del periódico y la radio.

Sin embargo, aunque preocupados, confían ciegamente en el gobierno, lo que se muestra a través de unos diálogos cargados de patriotismo e ingenuidad. Y es que, aunque ambos son supervivientes de la II Guerra Mundial, sólo la vivieron en su país cuando eran niños, por lo que no llegaron a conocer los mayores estragos de la misma y todo lo recuerdan de forma más bucólica. Por ello y debido a su desconocimiento e ingenuidad no son capaces de asimilar y comprender el potencial de esta nueva guerra y sus devastadoras armas. Para ellos, las bombas atómicas no son más que un otras bombas con las que atacarles el enemigo, desconocedores de sus terribles consecuencias.

Podemos ver como Jim, como buen ciudadano y patriota, sigue fielmente las instrucciones del gobierno y el ayuntamiento a través de los panfletos informativos que ha recogido en la biblioteca del pueblo, pese a que a veces resulten contradictorios. Pero las instrucciones de los folletos son una mera maniobra publicitaria por parte de las autoridades para "calmar los ánimos": listas de alimentos de emergencia, instrucciones para construir un refugio con puertas, etc. Medidas que, aunque podrían resultar útiles en una guerra convencional, de poco sirven para un conflicto nuclear.

A medida que Jim trata de preparar su casa y el refugio con puertas, la radio nos avanza las noticias sobre el estado del conflicto, hasta que, de forma inesperada avisa que la guerra ha estallado y los misiles estan en camino y quedan tan sólo 3 minutos para que alcanzen su objetivo. La secuencia de la explosión es inenarrable, espantosa y terrible.




Tras la devastación de la bomba, la pareja, sumida en la ingenuidad y el optimismo, trata de rehacer su vida entre el polvo, la ceniza y la radioactividad que, como dice Hilda, "si no la veo y no la siento no puede hacerme daño". La pareja intenta recuperar viejos hábitos: hacer el te, salir al jardín, tratar de limpiar un poco el caos, y, por supuesto, esperar pacientemente la llegada de los servicios de emergencia y la rehabilitación de los servicios básicos: electricidad, agua, reparto de periódicos y leche, etc.

Aunque todo lo que sucede tras la bomba alcanza niveles de patetismo y surrealismo que pueden resultar alarmantes, los ancianos tratan de sobreponerse a través de la oscuridad de su desconocimiento y su fe ciega en el gobierno. Se muestran incapaces de ver que el mundo tal y como lo conocían ha finalizado y que ellos son meros supervivientes de una tragedia cuyas consecuencias acabará por quitarles la vida mientras esperan la llegada de un rescate.

La película es cruda, tierna, realista, sensible y antibelicista. Un alegato que nos habla del amor, la paz, la inocencia, la hipocresía de los gobernantes, la muerte y, por supuesto, del horror desatado por un conflicto nuclear y sus terribles consecuencias. Realizada con soberbia maestría nos muestra a dos personajes que te llegan al corazón, Jim y Hilda, y que con su sencilla inocencia tratan de asimilar algo que está más allá de la comprensión humana y del sentido común. Todo ello en una película inolvidable e irrepetible que no necesita de grandes recursos ni grandes actores para transmitir su mensaje.

Jimmy T. Murakami y Raymond Briggs logran con esta película demostrar que se puede hacer animación para adultos. Director y guionista, en una opción arriesgada, no ahorraron esfuerzos ni recursos: la producción y realización del film fue larga y complicada e implicó la participación de un enorme equipo técnico, que se encargó de dibujar a mano las cerca de 200.000 imágenes necesarias para la película. Murakami utilizó técnicas de animación decididamente revolucionarias, que serían adoptadas después en otras producciones. Para dotar a los escenarios de la acción de una cierta perspectiva, hizo construir maquetas en tres dimensiones de la casa dónde transcurre la acción, con paredes desmontables. Estas maquetas fueron filmadas con una càmara especial mediante la técnica llamda stop-motion (fotograma a fotograma), que permitió el seguimiento, enquadramiento y panoramización de los interiores en complicados movimientos de camara, poco habituales en las películas de dibujos animados. Después, los dibujos realizados a mano fueron transformados en diapositivas y proyectados sobre las imágenes obtenidas de la filmación de las maquetas. Este proceso fue filmado de nuevo con una càmara, obteneniendo así las imágenes definitivas.

Algunos de los solistas y grupos de pop y rock más destacados del momento (David Bowie, Roger Waters, Pink Floyd, Génesis) se encargaron de la banda sonora, y los prestigiosos actores John Mijos y Peggy Ascroft (Fernando Rey y Irene Gutiérrez Caba en la versión española del film) pusieron su prodigiosa voz al servicio del matrimonio protagonista. Ni que decir tiene que el doblaje resulta excepcional, con una versión en español que cumple las expectativas y mucho más, logrando que la ternura, inocencia y optimismo de los personajes no se pierdan a través de diálogos mal traducidos o voces planas y sin sentimientos.

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